Como un Viento Helado
'Como un viento helado': cuando nada es lo que parece
Por José-Miguel Vila / @josemiguelvila
Miércoles 18 de septiembre de 2019
La fuerza del teatro reside en su proximidad, en su descarnada exhibición frente a los atónitos ojos del espectador. Los personajes sudan, respiran, huelen a miedo, a huida, a desesperación y sus gritos (reales o metafóricos, da lo mismo), se clavan en el cerebro y en el alma de quien quiere escucharlos. Más aún si, como es el caso de ‘Como un viento helado’, obra escrita por Rafael Herrero y dirigida por Fernando Bernués, lleva a las tablas del escenario -en este caso la Sala Jardiel Poncela del madrileño Teatro Fernán Gómez-, un tema tan oculto, tan tenebroso y tan punzante como los abusos sexuales en el seno de las familias.
Según datos de Save the Children, apenas sí se denuncia un 15 por ciento de los abusos a menores. La ley del silencio parece dominar entre quienes han tenido la desgracia de sufrirlos. Y lo que aún es más grave, no tanto por revivirlos a la hora de denunciarlos, sino por la profunda huella que deja en su personalidad, hasta el punto de atenazarlos, de dejarlos inertes, fríos, ante unos hechos tan tenebrosos como despreciables. La situación les lleva, incluso, a considerarse sucios y, en cierto modo, con algún grado de culpabilidad por no haber sabido reaccionar en su momento contundentemente frente a ellos…
Dos chicas y un chico (genial la actuación de Tania Fornieles, Nerea Elizalde y Koldo Olabarri), sin relación aparente alguna, comparten una misma situación ante la vida: incomodidad, desorientación, impotencia y rabia. El común denominador es la dura realidad, que les golpea tanto social como personalmente. En los tres se atisba la angustia, el silencio, la desconfianza, el miedo al otro y a sí mismo, la desorientación y, en definitiva, la absoluta falta de salidas a la situación que vive cada uno. Pero el azar, el destino o lo que diablos sea los va a unir a los tres ante una tesitura aún más difícil que, sin embargo, les obligará a actuar en uno u otro sentido…
El texto de Rafael Herrero es directo, acerado, cortante y desnuda sin tapujos una realidad incómoda y lacerante. La dirección de escena de Fernando Bernués es implacable, efectiva. La videoescena que puede verse gran parte del tiempo en los paneles frontales presenta diversos aspectos del entorno que envuelve a los personajes (una gran ciudad, Madrid, con su trasiego permanente, coches, sonidos de sirenas, ciudadanos que deambulan permanentemente sin un aparente destino…); un apartamento funcional como tantos que hoy comparten los jóvenes mileuristas, con apenas los muebles mínimos, la barandilla que lleva a la azotea… Y tres actores que bordan sus personajes a las órdenes de Bernués: la dura, la malota Marta (Tania Fornieles), la dulce y armoniosa, pero endeble Ana (Nerea Elizalde) y el inestable, nervioso e inseguro Dani (Koldo Olabarri), se van creciendo a medida que avanza la función y construyen un thriller realista, creíble y contundente, de esos que te atenazan el corazón y te dejan ahí, atado a la butaca, durante varios minutos, sin fuerza para abandonar la sala, y con las imágenes de lo vivido durante casi noventa minutos rondándote por la cabeza durante horas y horas más.
Desde el mismo comienzo, con la interpretación del tema Maldita dulzura, de Vetusta Morla, el montaje es crecientemente sobrecogedor, contundente, definitivo y te marca a fuego el NO a cualquier tipo de abusos sexuales, y menos aún a menores.
Imprescindible para todos y, quizás, más aún para quienes han sido objeto de ese tipo de abusos y aún no han dado el paso de proclamarlos públicamente, caiga quien caiga.
Tras ‘Como un viento helado’, también en el Fernán Gómez, esperamos impacientes dos propuestas más de la compañía donostiarra Tanttaka Teatroa sobre otras formas de abusos a menores en La casa de la llave (del 25 de septiembre al 6 de octubre) y Soka (del 9 al 27 de octubre). Perdérselas sería casi un delito que debiera incluirse en el futuro y unificado Código Penal.
Sinopsis
Muerte tiene dos sílabas. Miedo... Asco... Son las ocho de la tarde. Suena un disparo. Una chica sale corriendo de una farmacia. Coge la bicicleta y pedalea sin mirar atrás. La respiración de mi padre... Cinco pasos hasta mi cama... El olor a tabaco. Una mujer coloca una manguera de goma en el tubo de escape de su coche y cierra la puerta. Alguien te avisa de que estás en peligro. Las sirenas de la policía se escuchan a lo lejos. ¿Jugamos a ver quién aguanta más el dolor como hacíamos en el colegio? La primera vez le robé la bicicleta a un crío... Soy un mierda, sólo eso. La puerta de mi dormitorio se abre y yo quiero desaparecer. Me robaste la infancia... Me hubiera gustado jugar, correr, reír... Una bala, sólo una bala, y quizá todo termine. Hoy tenía que haber sido un día normal y corriente... Pero no ha sido así... Hay siete pasos hasta el borde de la azotea. Me gustan las azoteas.
Ficha
Autor : Rafael Herrero
Dirección y Espacio Escénico : Fernando Bernués
Interpretes : Nerea Elizalde, Tania Fornieles, Koldo Olabarri
Ayte. Dirección . Laia Bernués
Vestuario : Ana Turrillas
Iluminación : Xabier Lozano.
Audiovisuales : Acrónica Producciones.
Coordinación Técnica : Edi Naudó
Fotografía : Mikel Blasco
Diseño Gráfico : Javi Alonso
Administración : Maite Gorrotxategi
Producción Ejecutiva : Ane Antoñanzas
Ayte. Producción : Nagore Plazaola.